San Juan y Mitre en Rosario. Cae la tarde. Una adolescente camina hacia su casa. Sólo le falta media cuadra para llegar. De repente, un hombre comienza a seguirla diciéndole groserías. Aunque teme un robo o un ataque, la joven actúa como si lo ignorara, mira atentamente el entorno y aprieta el paso. De reojo, observando el reflejo en un vidrio, ve que el extraño se abalanza e intenta tomarla de un brazo. Con un movimiento rápido, a puro reflejo, lo esquiva y escapa hasta ponerse a salvo en su domicilio.
Esta historia de una de las alumnas de un curso de defensa personal femenina que se dicta en la ciudad presenta los mismos peligros que enfrentan muchas mujeres todos los días en Rosario, la mayoría de las veces por situaciones de robo, pero también por otros motivos como intentos de ataque sexual o casos de violencia de género intrafamiliar.
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La puesta en práctica de los conocimientos adquiridos le permitió a la chica ponerse a salvo sin tener que enfrentar físicamente al agresor. “El objetivo siempre es volver a salvo a casa, no agarrarse a los golpes”, explica Diego Manso, instructor en Mundo Gym (San Lorenzo 1250) y quien enseñó las habilidades a la joven que pudo salvarse del ataque.
Manso tiene 47 años y hace 30 que estudia artes marciales y sistemas de defensa personal. La historia del curso de defensa personal femenina, que hoy se denomina Programa de Prevención y Acción en Violencia contra la Mujer, comenzó hace 8 años cuando lo desarrolló basado principalmente en un modelo israelí, el Krav Magá, e incorporando elementos de distintas disciplinas.
El experto sostiene que “son sistemas simples y urbanos, y bien dados le dan herramientas a la mujer en menor tiempo para salvaguardar su integridad física, intelectual, emocional y psicológica”. Asegura que con una clase semanal de una hora, en un período de seis meses a un año “se adquieren los protocolos físicos” y la alumna “puede empezar a sentirse más segura y con confianza”.
Protección
“Este sistema no es un arte marcial, sino de autoprotección, no enseñamos a pelear sino a defenderse. En una clase de hora y media ya empezás a aprender, no requiere experiencia previa, no es ortodoxo ni aburrido. Es algo práctico, simple y eficaz”, define en tanto Walter Moreno, que dicta un curso de defensa personal en The Planet Gym (Presidente Roca y el río).
Si bien sus clases en el gimnasio son mixtas, Moreno da seminarios grupales intensivos y clases personalizadas con un programa adaptado sólo para mujeres basado también en el Krav Magá. “Hace mucho que participan en las clases, pero el año pasado empezamos a buscar el lado femenino más específico. Muchas mujeres prefieren no mezclarse con hombres en las clases, en esos caso llevo alumnos avanzados para que simulen ser agresores. Porque en un 99 por ciento de los casos el atacante es un hombre”, explica.
Por la cabeza
Según Moreno, el programa tiene un fuerte componente psicológico. “El gran problema que tenemos es el bloqueo ante una situación de estrés. Que te puedas defender bajo cansancio o la presión de varias personas”, detalla. “Con saber la técnica solamente no alcanza. La mujer necesita desarrollar un soporte psíquico para confiar en sí misma y desarrollar un espíritu combativo. Para que en el momento en que sufra un ataque, su cabeza no se paralice y reaccione diciendo «yo de acá me vuelvo a mi casa»”, señala por su parte Manso.
El primero comenta que en sus clases comienza con un trabajo sobre la prevención: “Enseñamos cómo caminar por la calle, cómo llevar la cartera, como subirse al auto o manejarse dentro del estacionamiento”. En el mismo sentido, Diego cuenta que enseña a sus alumnas a estar atentas y observar el entorno para identificar conductas sospechosas y evitar ser seleccionadas como víctimas.
Luego se simulan diferentes situaciones de enfrentamiento, cómo manejarse verbalmente, a nivel de gestos y, por último, los movimientos necesarios para repeler una agresión masculina. “Utilizamos mucho la sorpresa, que el atacante crea que la mujer no se va a defender para que el golpe sea eficiente”, dice.
Según los expertos, hay cinco puntos débiles donde se indica a las mujeres golpear: los ojos; el triángulo de boca y nariz; la garganta; los genitales y las articulaciones de las extremidades. El sistema, indica Manso, “toma lo mejor de cada cosa: los agarres en piso del Jiu-Jitsu brasileño, las patadas del Taekwondo, los codazos del Muay Thai”, ejemplifica.
Incluso se entrena cómo improvisar armas con objetos cotidianos como un llavero o una mochila para utilizar como defensa. Walter cuenta que se utilizan como herramientas algunas especificidades de las mujeres, por ejemplo las uñas largas, “que se usan mucho para defensa personal”.
Crece la demanda
Ambos aseguran que cada vez se acercan más mujeres a los cursos. Manso especifica que en la actualidad tiene 15 alumnas fijas y otras tantas que concurren de forma esporádica. Moreno comenta que en total hoy prepara a unas 12 chicas y la cifra sube año a año: “Viene creciendo la demanda, mayormente por la inseguridad. Hemos tenido alumnas de todo tipo, desde empresarias hasta amas de casa que salen a hacer un mandado y tienen miedo de que las asalten. Hay chicas que ven que como gimnasia es buena y pueden complementar aprendiendo a defenderse”, señala.
Género
También, comentan, se acercan víctimas de violencia de género. Diego afirma que algunas alumnas llegan por otra razón pero con el tiempo y la construcción de la confianza terminan contando alguna situación traumática, familiar o de pareja. Walter confía que en este tipo de casos “se trata de abordar la situación con más profundidad, para ver qué es lo que le está pasando”. Y afirma que trabajan en conjunto con un equipo de profesionales para abordar la faz psicológica.
Más allá de las descripciones, lo que sostienen las alumnas es que a la hora de caminar solas por la calle reemplazaron el miedo por los ojos abiertos y la autoconfianza. No es de extrañar entonces que cada vez más mujeres se acerquen a este tipo de cursos, que comienzan a multiplicarse en otros espacios de la ciudad. Lo cierto es que el término “sexo débil”, tan discutido en tiempos de auge feminista, queda cada vez más enterrado por el devenir de la historia.